Así como se ha hecho un esfuerzo para revitalizar los inmuebles de la Ciudad Colonial, utilizando herramientas legales y económicas, así mismo las autoridades deben reconocer el valor cultural (y eventualmente turístico) del patrimonio moderno. Por esa razón, urge finalmente promulgar la Ley de Patrimonio, un elemento indispensable que ha estado en un limbo en el Congreso desde hace más de una década. Sin ella, seguirán cayendo otros Jaraguas. Sin embargo, mientras se socialicen las historias de quienes pisaron el hotel cuestión en sus épocas de oro y plata, mientras se honre el trabajo de Guillermo González y mientras en las aulas de las facultades locales de arquitectura se reconozca el trayecto y el potencial del diseño dominicano, el Jaragua, efectivamente, no cae.