Santo Domingo comienza a pensar en concreto

Al huracán le esperaba otra fuerza poderosa del otro lado. En agosto de 1930 había tomado el mandato presidencial un producto de la carrera policial y militar: el general Rafael Trujillo Molina. Con ese borrón natural vía San Zenón, Trujillo vio la oportunidad de hacer cuenta nueva: buscaba reconstruir una ciudad capital para que hablara de la potencia y la firmeza de su Gobierno… y eso solo se lograría a base de hormigón armado. Con velocidad, Santo Domingo comenzó a pensar (y a construir) en concreto. De esa época surgieron obras que dibujaban una capital asentada en el progreso técnico del siglo XX: al edificio Baquero que ya estaba en pie desde 1927 —uno de los sobrevivientes de San Zenón, hecho en un estilo neoclásico ecléctico— se le unieron obras como el edificio Fernández en estilo art déco creada por José Antonio Caro y Leo Pou Ricart, la primera iglesia evangélica de la ciudad —ubicada en la calle Las Mercedes y hecha por Benigno de Trueba y Eric Mayer— y la llamativa Casa Vapor de Henry Gazón Bona. Con esto, ya Santo Domingo comenzaba a verse en el espejo como una urbe caribeña moderna.