La construcción del hotel fue una labor conjunta entre Guillermo González y su hermano menor Alfredo, un ingeniero civil. En un área de nueve mil metros cuadrados sobre un amplio terreno de 20 hectáreas, el arquitecto había dedicado espacio a todo lo que el Fausto, el Francés y los demás hoteles capitaleños no contaban como esenciales. Esto se notaba fácilmente con el tema de la altura: González se dio el lujo de subir a cinco niveles de hormigón armado, colocados en dirección oeste-este mirando de frente al mar Caribe.