Un hotel a la altura de Ciudad Trujillo

La capital dominicana —ahora llamada Ciudad Trujillo en honor a su megalómano en jefe— no contaba con una industria turística potente, y por lo tanto tampoco con hoteles para albergar a viajeros exigentes. Como mucho, habían posadas, hostales y establecimientos de tamaño pequeño manejados por familias de inmigrantes —como el Fausto o el Presidente—. La realidad local no se comparaba con las otras dos grandes ciudades caribeñas, que ya contaban con el Gran Condado Vanderbilt y el Nacional en San Juan y La Habana, respectivamente. Ambos tenían más de 100 habitaciones y una cantidad de amenidades sociales que los modestos salones de banquetes dominicanos no podían imaginar. Pero pronto eso iría a cambiar: Trujillo estaba inspirado en parte por una visita al Waldorf Astoria de Nueva York y en parte por una carta del gerente del Condado en la capital puertorriqueña, sugiriendo realizar un establecimiento a la altura del rápido crecimiento de la ciudad. Según los anuncios gubernamentales, los dominicanos podrían esperar no solo algo similar, sino también hasta algo innovador de este proyecto. Y tenían razón: el nuevo hotel sobre la avenida George Washington vendría a retar el panorama hostelero antillano.